Por Diseño Detonante
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Introducción
Por Aura R. Cruz Aburto
Para dar cuenta de un esfuerzo que se alinea a este espíritu, a continuación, Diseño Detonante, colectivo colombiano, propone una reflexión de dos momentos: revelar y rebelar que ha nacido de la experiencia de la implementación de una secuencia de talleres llevados a cabo en la Ciudad de México en la Escuela de Diseño del Instituto Nacional de Bellas Artes en los meses de octubre y noviembre.
El móvil fundamental de los talleres consistió en la detonación de laboratorios de autonomía a través del reconocimiento mutuo que se inicia por la propia confrontación desde el sentir. Contrario a lo que reza la pedagogía habitual, centrada en la objetividad y la distancia conceptual, Diseño Detonante apostó por la indagación afectiva y su detonación transformadora.
Revelar.
Hacer/nos visibles, descubrir/nos, re/conocer/nos.
Compartimos tiempos, espacios, historias y presentes, pero todxs, nacemos en un mundo fragmentado, en donde predomina la enseñanza, independientemente de la institución (familia, escuela, trabajo), que reproduce, inyecta y exige una única noción de mundo no solo fragmentado sino fragmentante, que como ruido “blanco” se superpone, nubla y hace un ruido indistinguible con las historias que nos cuenta la cotidianidad; ¿Cómo aprender a conectar si nos han fragmentado en individuos, raza, género, disciplinas, títulos y jerarquías?, ¿Cómo si siempre ha estado un saber por encima de otro, y cualquier saber sobre todo sentir? ¿Cómo si el mismo cuerpo ha sido dividido, dando privilegio a lo que “piensa” una parte de este y no a lo que siente y aporta al pensar el resto del cuerpo?
La enseñanza por sí sola, como una práctica desconectada, ha sido un acto colonial y patriarcal, capaz de anular saberes y sentires entrañados, forzando la adaptación de un ser humano o no humano “alumnado”, a una idea de ser-hacer-sentir ya determinada. Enseñar los sentidos no es necesariamente hacerlos sensibles, porque es posible palpar sin el tacto, mirar sin la visión y oír sin la escucha …encapsuladxs en una fracción/ficción “individualizada” y reducida de tiempo, espacio e historia estériles. De esta manera, no nos sentimos parte de lxs otrxs, ni de lo que nos puede rodear más allá de nuestros propios convencimientos. La enseñanza se basa en una pretensión que no tiene sentido mientras no exista la noción del aprendizaje mutuo, como un proceso permanente en todas las especies y formas de vida, un proceso de enmarañamiento sensible con entornos y entrañas. Una entrañanza.
Aún sin ser enseñada, esta entrañanza existe como un algo cotidiano, algo que nos moviliza o paraliza a iguales medidas y que aunque censurado, reprimido y casi aniquilado por siglos de instituciones de todo tipo, es algo que late haciéndonos ser y existir.
Escapando de lo que se enseña, y más que simplemente un producto deliberado con un discurso controlado, el arte (al igual que otras formas de expresión sin nombre, o con otros nombres), es una serie de consecuencias de lo incontrolable, de la entrañanza, del movimiento y el caos que lo conforma; consecuencias corpóreas: historias, actos o expresiones que abren, por lo menos, campo a lo sensible, que a su vez, es lo invisible que produce y modela lo visible, una potencia latente productora de mutuaciones (mutaciones mutuas y de lo mutuo) que perdura y fluye por sí sola sin pedir permiso.
Al crear nos recreamos, provocamos fisuras en nuestros propios caparazones, dejando salir los tentáculos viscosos, las raíces desordenadas y espinosas o las partes de un cuerpo deforme y colorido que supera tres veces nuestro tamaño. Nos revelamos. Cuando creamos en comunidad, recreamos el sentido de comunidad.
Tal vez al pretender controlar nuestra experiencia sensible y afectiva como “individualidades”, creando interruptores que cortan en cualquier momento una condición vital, lo único que hacemos es limitarnos a fuerza y eventualmente, con la presión acumulada, producir desastres en todo lo que nos conforma y por ende conforma lo que nos rodea. Escrito de otro modo, dejarnos afectar o mutuar, no es la decisión más incómoda, en todo caso lo sería resistirnos a sentir, hipertrofiando nuestros convencimientos y, paradójicamente, evadiendo la incomodidad que implica el movimiento.
Rebelar.
Desobedecer, sublevar, resistir, accionar.
Hace ya un mes aproximadamente, Diseño Detonante dio inicio al Laboratorio de diseño y autonomía, en la Escuela de Diseño del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (EDINBA), en Ciudad de México, con un primer ciclo de experiencias y diálogos que no solo consisten en una articulación meramente verbal, que si bien, es también importante en este proceso, está en función de articulaciones otras de lo sensible, en donde juega un papel muy importante la incomodidad y la vulnerabilidad.
La respuesta fue diversa, múltiple y nutritiva, se dio en toda la escala tonal; hubo quienes se dejaron afectar y afectaron el espacio afectuosamente, compartieron cuidadosamente espacios, miradas, experiencias, ideas, propuestas y sentires; se incomodaron, sí, pero mutaron y mutuaron. Por otro lado, la hipertrofia de los convencimientos tuvo su lugar y se quiso imponer amparada en el caparazón de la razón, de los títulos, de la jerarquía etaria. Tan fuerte ha sido el ruido de la fragmentación y los convencimientos occidentales hegemónicos, que pareciera ignorarse y, es más, tratarse como insulto o cosa menor el involucrar los sentidos, sentires y afectos con el hacer, en específico con el hacer en diseño.
Pareciera que el hacer se ha relegado a la pretensión impoluta de la “objetividad” de un estar “fuera de” una concepción aséptica donde creemos poder distanciarnos de lo que nos recorre y determina para solo “racionalmente” hacer para y no con. Como si pudiéramos determinar lo que la otra persona, contexto o territorio requiere sin dejarnos afectar por este, como si para hacer tuviéramos que primero posicionarnos desde las tarimas gigantes y lejanas que dan las ficciones de los títulos, distanciarnos, cerrar todo nuestro caudal de lo que sentimos y percibimos, lo que somos.
Los haceres en diseño, pero también los haceres en el arte y en la vida en las condiciones del mundo actual, sus necesidades, emergencias y urgencias, requieren de aperturas a la conexión, de una revelación conjunta, cuidadosa y respetuosa de nuestras vulnerabilidades, de aquello que nos constituye y nos diseña; además, de todo aquello que nos ha fragmentado, que está tan enquistado que nos silencia, mientras determina lo que hacemos. Revelar lo que no suele ser visible, y lo que afectamos y nos afecta, es agenciar la posibilidad de hacer conjuntamente resistencia y de transformarlo en desobediencias.
Revelar para rebelarnos.
English Version:
REV/BELAR
By Diseño Detonante
Introduction
By Aura R. Cruz Aburto
To give an account of an effort that is aligned with this spirit, Diseño Detonante, a Colombian collective, proposes a reflection of two moments: to reveal and to rebel, born from the experience of implementing a sequence of workshops held in Mexico City at the School of Design of the National Institute of Fine Arts in the months of October and November
The fundamental motive of the workshops consisted in the detonation of autonomy laboratories through the mutual recognition that begins with the confrontation from the feeling itself. Contrary to the usual pedagogy, focused on objectivity and conceptual distance, Diseño Detonante bet on affective inquiry and its transforming detonation.
Revealing
To make/us visible, to discover/us, to re/know/us.
We share times, spaces, histories and present, but we are all born in a fragmented world, where teaching predominates, independently of the institution (family, school, work), which reproduces, injects and demands a single notion of a world that is not only fragmented but fragmentary, which as “white” noise overlaps, clouds and makes an indistinguishable noise with the stories that everyday life tells us; how can we learn to connect if we have been fragmented into individuals, race, gender, disciplines, titles and hierarchies? How if one knowledge has always been above another, and any knowledge above all feeling? How if the body itself has been divided, giving privilege to what one part of it “thinks” and not to what the rest of the body feels and contributes to thinking?
Teaching alone, as a disconnected practice, has been a colonial and patriarchal act, capable of annulling knowledge and feelings, forcing the adaptation of a human being or non-human “student body” to an already determined idea of being-doing-feeling. To teach the senses is not necessarily to make them sensitive, because it is possible to feel without touching, to look without seeing and to hear without listening …encapsulated in an “individualized” and reduced fraction/fiction of sterile time, space and history. In this way, we do not feel part of others, nor of what may surround us beyond our own convictions. Teaching is based on a pretension that makes no sense as long as there is no notion of mutual learning, as a permanent process in all species and forms of life, a process of sensitive entanglement with environments and entrails. An entanglement.
Even if it is not taught, this entanglement exists as an everyday thing, something that mobilizes or paralyzes us in equal measures and that although censored, repressed and almost annihilated by centuries of institutions of all kinds, it is something that beats making us be and exist.
Escaping from what is taught, and more than simply a deliberate product with a controlled discourse, art (like other forms of expression without a name, or with other names), is a series of consequences of the uncontrollable, of the entanglement, of the movement and chaos that conforms it; corporeal consequences: stories, acts or expressions that open, at least, field to the sensitive, which in turn, is the invisible that produces and models the visible, a latent power producer of mutations (mutual mutations and of the mutual) that endures and flows by itself without asking permission.
In creating we recreate ourselves, we provoke fissures in our own shells, letting out the slimy tentacles, the messy and thorny roots or the parts of a deformed and colorful body that exceeds three times our size. We reveal ourselves. When we create in community, we recreate a sense of community.
Perhaps by pretending to control our sensitive and affective experience as “individualities”, creating switches that cut off at any moment a vital condition, the only thing we do is to forcefully limit ourselves and eventually, with the accumulated pressure, produce disasters in everything that shapes us and therefore shapes what surrounds us. Written in another way, to let ourselves be affected or mutate is not the most uncomfortable decision, in any case it would be to resist feeling, hypertrophying our convictions and, paradoxically, avoiding the discomfort that movement implies.
To Rebel
To disobey, to revolt, to resist, to act.
Approximately a month ago, Diseño Detonante began the Design and Autonomy Laboratory at the School of Design of the National Institute of Fine Arts and Literature (EDINBA), in Mexico City, with a first cycle of experiences and dialogues that not only consist of a merely verbal articulation, which although it is also important in this process, is a function of other articulations of the sensitive, where discomfort and vulnerability play a very important role.
There were those who let themselves be affected and affected the space affectionately, carefully shared spaces, looks, experiences, ideas, proposals and feelings; they were uncomfortable, yes, but they mutated and mutualized. On the other hand, the hypertrophy of convictions had its place and wanted to impose itself under the shell of reason, of titles, of age hierarchy. So strong has been the noise of fragmentation and hegemonic western convictions that it seems to be ignored and, what is more, treated as an insult or a minor thing to involve the senses, feelings and affections with doing, specifically with doing in design.
It seems that doing has been relegated to the untainted pretension of the “objectivity” of being “outside of” an aseptic conception where we believe we can distance ourselves from what runs through us and determines us in order to only “rationally” do for and not with. As if we could determine what the other person, context or territory requires without being affected by it, as if to do we had to first position ourselves from the giant and distant platforms that give the fictions of the titles, to distance ourselves, to close all our flow of what we feel and perceive, what we are.
The doings in design, but also the doings in art and in life in the conditions of today’s world, its needs, emergencies and urgencies, require openness to connection, a joint, careful and respectful revelation of our vulnerabilities, of what constitutes us and designs us; also, of all that has fragmented us, that is so encrusted that it silences us, while it determines what we do. To reveal what is not usually visible, and what we affect and what affects us, is to agitate the possibility of jointly resisting and transforming it into disobedience.
To reveal in order to rebel.
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