por Ana Vera
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I. Sin dirección
Al año siguiente
al año de mí misma,
los atardeceres no eran púrpuras
ni incendiarios celestiales.
Llegaban las seis y a veces sorprendía
un llanto de soledad:
“¿Eres tú, papá?” del pequeño vecino,
con su oreja de cinco años pegada a la puerta.
El hambre de Kuri y su pata herida.
Casi siempre el canto del pájaro negro
en compañía de su única sombra feliz.
El contraluz de la ventana y sus rejas,
y las nuevas figuras estiradas,
conversando en la pared de mar.
[Aquí nadie sabe si llegan o
se marchan por tercera vez.]
En este año siguiente,
en el atardecer insípido,
los colores caen de punta sobre el sofá,
los personajes de los libros finalizan solos
sus historias.
Y mi madre recuerda a su madre,
y el silbido del aire triste escapa sin presión
de su brazo izquierdo,
anunciando el final de la rutina.
La vena que fue río ahora es una mancha oscura
sobre piel rugosa.
Se desliza el color rojo,
recorre filudo y sin sentido,
aterriza en la mesa vacía
como flecha recién caída.
II. Irreversible
Vuelvo a la normalidad de los cabellos enredados
y pisada cóncava,
sometida a la caída de siempre,
a la larga caminata circular
del domingo por la noche,
al resonante golpe de pecho
que duele solo
hasta el día siguiente.
Vuelvo a trenzar los largos cabellos
que crecen dentro de mis ojos-prisma
como el deseo que nunca se toca suavemente,
irreversible,
juego de piernas anudadas
sin retorno a la libertad.
III. Cotidiano
Está la casa
sin salida,
el menaje de visita
y los cuerpos de metal
en la hora del recreo.
La platería aún conserva la imagen
de cuando todos éramos otros,
y ahí mientras me miro
descubro la sonrisa recién nacida
pero la muerte a veces exagera
su acto de partida
¿o de llegada?
Y qué dirías tú, Wislawa,
en “Fin y principio”:
“Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas (…)”
Quehacer infame e insuficiente
para entender
el sonido del agua lenta
que se escapa por la tubería
con huellas dactilares
sin ninguna identidad.
Solo reconozco el descanso del sol
tras la ventana opaca
y la sinsonrisa familiar
después de la última cena.
La herencia de materia descompuesta
será la luna nueva entre los dientes
para no extrañar las cicatrices
sobre la arena,
el corazón descompuesto
flota bocabajo en esta corriente lejana
que ya es una partícula
del océano
sin espíritu.
Dejaré una mañana
los cubiertos sin lavar,
sumergidos y relajados
como cuerpos cobrizos
en el ocaso del verano
después de la comida.
Se dejarán asear dóciles
por unas manos valientes
(las mías solo intentan escribir
poemas o epitafios).
English Version:
I. Without Direction
What follows
the year of my self,
the sunsets were not purple
nor celestial firestorms.
Six o’clock would arrive and sometimes catch
a cry of solitude:
“Is it you, Dad?” from the little neighbor,
with his five-year-old ear pressed against the door.
The hunger of Kuri and her injured paw.
Almost always the song of the black bird
in the company of its only happy shadow.
The backlight of the window and its bars,
and the new figures stretched out,
conversing on the sea wall.
[Here no one knows if they arrive or
leave for the third time.]
In this following year,
in the tasteless dusk,
colors plunge sharply onto the sofa,
the characters in books finish alone
their stories.
And my mother remembers her mother,
and the whistling of sad air escapes without pressure
from her left arm,
announcing the end of routine.
The vein that was a river is now a dark stain
on rough skin.
The red color slides,
travels sharply and senselessly,
lands on the empty table
like a newly fallen arrow.
II. Irreversible
I return to the normalcy of tangled hair
and concave steps,
subject to the usual fall,
to the long circular walk
of Sunday night,
to the resonant chest thump
that hurts only
until the next day.
I go back to braiding the long hair
that grows inside my prism-eyes
like the desire that is never softly touched,
irreversible,
a game of knotted legs
with no return to freedom.
III. Everyday
The house stands
with no way out,
the guest tableware
and metal bodies
at recess hour.
The silverware still preserves the image
of when we were all someone else,
and there as I look at myself
I discover the newly born smile
but death sometimes exaggerates
its act of departure
or of arrival?
And what would you say, Wislawa,
in “End and Beginning”:
“After every war
someone has to clean up.
Things won’t just order themselves (…)”
A vile and insufficient chore
to understand
the sound of slow water
escaping through the pipe
with fingerprints
with no identity.
I only recognize the sun’s rest
behind the opaque window
and the familiar no-smile
after the last supper.
The legacy of decomposed matter
will be the new moon between the teeth
to not miss the scars
on the sand,
the decomposed heart
floats face down in this distant current
that is now a particle
of the ocean
without spirit.
One morning I will leave
the unwashed cutlery,
submerged and relaxed
like bronzed bodies
in the twilight of summer
after the meal.
They will be docilely cleaned
by brave hands
(mine only try to write
poems or epitaphs).
Ana Vera (Lima, 1981)
Diseñadora del I Mes de las letras en el Congreso de la República del Perú (2019); parte de la agenda Culturaraymi de los Juegos Panamericanos y Paraparamericanos Lima 2019. Autora del poema “Costa” y coordinadora de contenidos literarios del proyecto audiovisual “No me pidan regresar” (Kubrik, 2020). Cuenta con dos exposiciones fotográficas colectivas y una foto/verso instalación individual “Solo estamos viviendo” (Galería Martín Yépez, 2023). Poemas antologados en Perú, Chile y Argentina.
Writer, editor, communicator, photographer, and cultural manager. Founder of the multicultural and inclusive poetry format “Viva palabra”. She has published the poetry collection Ausencias (2010), the photo-poetry book Memoria imagen (Hanan Harawi, 2015), and the children’s picture book Poesía animal (Ámbar, 2022). Designer of the First Month of Letters at the Congress of the Republic of Peru (2019); part of the Culturaraymi agenda of the Pan American and Parapan American Games Lima 2019. Author of the poem “Costa” and coordinator of literary content for the audiovisual project “No me pidan regresar” (Kubrik, 2020). She has two group photographic exhibitions and an individual photo/verse installation “Solo estamos viviendo” (Martín Yépez Gallery, 2023). Her poems have been anthologized in Peru, Chile, and Argentina.
Selected Works by Ana Vera:
Poemas (I)
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