por Jancarlos Montoya-Mejía
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La palabra “diversidad” tiene muchos matices, y no todos son positivos. En el presente, hay personas que han respondido a la expansión de este concepto con narrativas que incluyen términos como “diversidad forzada” (forced diversity) para dejar en claro que se sienten incómodos al discutir la forma en que aspectos de raza, religión, sexualidad, o lenguaje afectan la movilidad social de las personas. Hay quienes afirman que estos temas no deberían ser mencionado en espacios educativos y los tachan de “políticos” o como “propaganda” nociva para la mente de los más jóvenes. Es importante considerar con ojo crítico quienes movilizan este tipo de discurso y el tipo de privilegio que rodea sus existencias. No es coincidencia que este tipo de argumentos se origine entre grupos con inclinaciones políticas conservadoras de extrema y valores fundados en la iglesia católica o evangélica.
Volviendo a los argumentos que se usan para disuadir a los educadores de no incluir estos temas en su enseñanza, ¿de qué manera son estos temas inapropiados para los jóvenes? Mientras enseñaba en un instituto de educación secundaria privado y religioso, una amiga en Honduras pasó por una situación complicada, su formación como docente la había preparado para este momento. Uno de sus estudiantes de educación secundaria le expresó que se identificaba como gay, que sus padres en extremo religiosos no lo aceptaban, y que se quería suicidar. Estos temas que algunos tildan de “políticos” no necesariamente reflejan las inclinaciones ideológicas de los educadores: reflejan la realidad de la vida diaria de los estudiantes. Este año, Nex, unx adolescente de 16 años en Oklahoma que identificaba su género como no binario, fue asaltadx por sus propios compañeros en un baño de su escuela. Recientemente, una autopsia ha revelado que su muerte no fue causada directamente por el trauma de las heridas en el asalto, fue un suicidio ejecutado con una combinación de medicamentos. Los compañeros de Nex han organizado una marcha para protestar la violencia en la institución y han expresado que suicidio o no, el factor primordial en la muerte de estx joven fue el bullying experimentado en su escuela. Este tipo de crímenes suceden tanto en países “del primer mundo” como en nuestros países “en vías de desarrollo”.
Es difícil de admitir, pero el odio, el abuso, y la discriminación hacia las minorías son cosas que los seres humanos comenzamos a internalizar desde muy pequeños. Este odio no se materializa de la nada, está presente en la forma en que las personas en nuestra familia hablan de los miembros minorizados que describen como personas “raras” o no deseables, de los estereotipos que consumimos en los medios de comunicación y entretenimiento, y en los espacios donde pasamos la mayor parte de nuestro tiempo de niños, formando nuestra manera de pensar y de comunicarnos: las escuelas. Es perturbador pensar que los estudiantes de una escuela media pueden ser capaces de un nivel de abuso físico y psicológico capaz de conducir al suicidio, pero es nuestra realidad.
Aunque esperamos que los políticos cambien leyes y regulaciones en los centros educativos, el cambio lo podemos generar de abajo hacia arriba, del individuo hacia la institución. Le hacemos un gran servicio a nuestros niñxs si como padres, madres, y educadores les ayudamos a entender las diversas formas de ser de los demás. No hace falta ser expertos en diversidad, con responder las preguntas de nuestrxs niñxs a un nivel que consideremos apropiado y enfatizar el respeto y la tolerancia para todos, formamos parte de la diferencia, de un contra discurso opuesto al de un grupo mayoritario que insiste en ignorar preguntas de raza, género, sexualidad, o religión en sus hogares, y se hacen los desentendidos cuando sus hijxs hacen preguntas “dif’iciles”. Si no tenemos confianza para discutir estos temas, los podemos explorar a la par de los más jóvenes. Modelar el “no lo sé, pero lo podemos preguntar”. Es nuestra responsabilidad el estar al corriente de quienes conforman nuestra comunidad y de saber por lo menos lo básico del tipo de problemas que enfrentan. En la unión está la fuerza, el problema que enfrenta nuestro vecino hoy podría ser nuestro problema mañana. Todos deberíamos de tener acceso al derecho humano de una vida y una educación libre de violencia. No de ser tolerados como elementos inferiores a los ojos de los demás, sino de ser respetados e incluidos sin importar nuestras diferencias. Diversidad se convierte entonces en sinónimo de seguridad. Seguridad física, emocional, y psicológica para todos.
English Version:
Talking about diversity with young people
The word “diversity” has many nuances, and not all of them are positive. Currently, some people have responded to the expansion of this concept with narratives that include terms like “forced diversity” to make it clear that they feel uncomfortable discussing how aspects of race, religion, sexuality, or language affect the social mobility of people. Some claim that these topics should not be mentioned in educational spaces and call them “political” or “propaganda” that is harmful to the minds of young people. It is important to critically consider those who mobilize this type of discourse and the type of privilege that surrounds their existence. It is no coincidence that these types of arguments originate among groups with extremely conservative political leanings and values founded on the Catholic or evangelical church.
Returning to the arguments used to discourage educators from including these topics in their teaching, in what ways are these topics inappropriate for young people? While teaching at a private, religious secondary school, a friend in Honduras went through a difficult situation; her training as a teacher had prepared her for this moment. One of her high school students told her that she identified as gay, that her extremely religious parents did not accept it, and that she wanted to commit suicide. These issues that some call “political” do not necessarily reflect the ideological inclinations of educators: they reflect the reality of students’ daily lives. This year, Nex, a 16-year-old teenager in Oklahoma who identified as non-binary, was assaulted by her classmates in a bathroom at her school. Recently, an autopsy revealed that his death was not directly caused by the trauma of his injuries in the assault, it was a suicide executed with a combination of medications. Nex’s classmates have organized a march to protest the violence in the institution and have expressed that suicide or not, the primary factor in the death of this young woman was the bullying experienced at her school. These types of crimes happen both in “first world” countries and in our “developing” countries.
It’s hard to admit, but hate, abuse, and discrimination towards minorities are things that human beings begin to internalize from a very young age. This hatred does not materialize out of nowhere, it is present in the way people in our family talk about the minority members they describe as “weird” or undesirable people, the stereotypes we consume in the media and entertainment, and in the spaces where we spend most of our time as children, forming our way of thinking and communicating: schools. It is disturbing to think that middle school students may be capable of a level of physical and psychological abuse capable of leading to suicide, but it is our reality.
Although we hope that politicians change laws and regulations in educational centers, we can generate change from the bottom up, from the individual to the institution. We do our children a great service if as fathers, mothers, and educators we help them understand the diverse ways of being of others. It is not necessary to be experts in diversity, by answering our children’s questions at a level that we consider appropriate and emphasizing respect and tolerance for all, we are part of the difference, of a counter-discourse opposed to that of a majority group that insists on ignore questions of race, gender, sexuality, or religion in their homes, and act oblivious when their children ask “difficult” questions. If we do not have the confidence to discuss these topics, we can explore them alongside the younger ones. Model “I don’t know, but we can ask.” It is our responsibility to be aware of those who make up our community and to know at least the basics of the type of problems they face. There is strength in unity, the problem our neighbor faces today could be our problem tomorrow. We should all have access to the human right to a life and education free of violence, not about being tolerated as inferior elements in the eyes of others, but about being respected and included regardless of our differences. Diversity then becomes synonymous with security. Physical, emotional, and psychological safety for all.
Jancarlos Montoya
He is a doctoral student in education at the Graduate School of Education of the University of Pennsylvania, and he is also a CCATE English instructor.
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