por Leticia Roa Nixion
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Una vez hace mucho, pero mucho tiempo, el cielo era de color negro obsidiana. No había nubes ni la claridad generada por los rayos del sol.
Un día la joven Tlapalli,que amaba los colores, se encaminó a ver al emperador de la Gran Tenochtitlan.
–Con el debido respeto,empezó diciendo, no es posible tener un cielo tan oscuro donde solo las estrellas brillen. ¡A ese enorme espacio le falta luz y color!, exclamó con emoción incontenible.
Ometecuhtli la miró un poco divertido por usar un tono tan alto de voz en su presencia. La recordó de niña cuando le pedía, con ese mismo tono, dejarla ir a donde se reunían los tlacuillos para que la enseñarán a dibujar los códices que a través de dibujos transmitían la historia de los pueblos creados hace miles de años.
–Tlapalli, mi querida hija, entonces qué sugieres que hagamos, le preguntó con paciencia.
– Propongo que todos los días me permitas usar el cielo como lienzo para tener variedad de tonos anaranjados, violetas, azules y rosas. Pintar nubes de diferentes formas y colorear los arcoiris que aparecerán en el cielo, explicó a su padre.
– Mmmhh. Me gustaría ver algunos de esos dibujos mañana y así consultar con el Concilio Supremo.
El rostro de Tlalpalli se iluminó con gran alegría al escuchar las palabras de su padre. Se despidió con gran solemnidad como era debido para demostrar respeto al máximo gobernante. Al salir del palacio, corrió al mercado de la Gran Tenochtitlan donde estaban los vendedores de los colores.
Les contó su proyecto de pintar el cielo de xiuhuitl (azul) tlatlauhqui (rojo), matlaxochitl (violeta), xiuhtic(turquesado) iztac(blanco), xochipalli(rosa) y zacatazcalli (amarillo) todos los días.
Compró con granos de cacao, que era la moneda, los colores que necesitaba y el papel amate. Acompañada de sus doncellas regresó a su recinto en el palacio de su padre Ometecuhtli. Una vez en su cuarto, Tlapalli comenzó a dibujar el cielo al amanecer, luego durante el día y al final el atardecer usando la gran variedad de tonos que harían del cielo una pintura celestial.
Trabajó toda la tarde y la noche para tener listo “El Lienzo de Tapalli” para presentarlo a los distinguidos invitados de su padre.
Ometecuhtli había convocado la reunión en su palacio real con sus bellas habitaciones, patios y jardines.
Recibió a cada uno de ellos y con un movimiento de su bastón de mando les indicó su asiento de acuerdo a su jerarquía.
Tlalpalli estaba parada al lado de su padre sujetando nerviosamente sus rollos de papel amate con sus manos. A una señal de Ometecuhtili, la joven princesa caminó al centro del salón donde sus doncellas extendieron y sostuvieron sus dibujos para que todos pudieran verlos.
La primera en hablar fue “La Serpiente de las Aguas Celestiales” quien tras mirar el lienzo con detenimiento, siseó su pregunta.
–Tlapalli, ¿qué pasará con tus bellos colores cuando haya una fuerte tormenta tiñiendo el cielo de negro y grises oscuros? Y continuó con firmeza diciendo que el cielo cambia durante la temporada de lluvias. Como regidora de las aguas celestiales quería estar segura que el cielo no fuera tan colorido.
–Venerable Serpiente las Aguas Celestiales, en ese caso mi lienzo también incluirá los colores de acuerdo a los cambios del clima que suceden a diario. Acepto con humildad sus recomendaciones.
Sentados junto a Tlaloc estaban los Cuatro Tlaloques que ayudaban a su señor a distribuir la lluvia sobre la tierra, portando grandes vasijas llenas de agua que rompen a palos para derramarla sobre la tierra provocando lluvias y el sonido de los relámpagos.
–Nosotros te avisaremos cuando sea el tiempo de vertir el agua para que tengas tiempo de pintar un cielo oscuro, de tonos grises mezclando el color negro con el blanco, le ofrecieron a Tlapalli.
–Venerables Tlaloques, su ofrecimiento será de gran ayuda para estar lista con mi paleta de tonalidades días antes de las tormentas.
Xochiquetzal, protectora de los tlacuilos, fue la siguiente en hablar.
–Hija del gran Ometecuhtli que te he visto crecer aprendiendo de los tlacuilos, los que escriben pintando los códices, te ofrezco sugerencias de colores para tu lienzo. El color negro tlilli, creado por humo de astilla de pino. La grana cochinilla, insecto parásito del nopal, para el color rojo y las flores matlaxochitl que brindan el color turquesa intenso llamado texotli.
También enviaré desde las costas de Oaxaca los caracoles púrpura cuyo tinte te servirá para matizar tu lienzo con ese color durante las puestas del sol, antes de que oscurezca.
El señor del gremio de los tlacuilos también brindó su ayuda.
– PrincesaTlapalli, cuentas con nosotros para ayudarte a dibujar las nubes en sus diversas formas y ayudar a pintar los atardeceres que diseñes.
Al ver el apoyo que el Concilio Supremo le estaba brindando a su amada hija, Ometecuhtli habló.
–A partir de hoy haré traer todos los días los materiales que necesiten los preparadores de colores para que el cielo tenga el colorido diferente que tanto anhelas.
Al día siguiente, con la ayuda de los tlacuilos, de los artesanos y los astrónomos el Lienzo de Tlapalli cubrió la bóveda celeste para el deleite de los habitantes de este planeta Tlalli, la Tierra. Desde entonces disfrutamos de amaneceres y atardeceres creados por el pincel de la princesa Tlapalli que ama la gama de colores que ofrece la naturaleza.
English Version:
Once, a long, long time ago, the sky was obsidian black. There were no clouds nor the brightness generated by the sun’s rays.
One day, the young Tlapalli, who loved colors, set out to see the emperor of the Great Tenochtitlan.
“With due respect,” she began, “it is not possible to have such a dark sky where only the stars shine. This enormous space lacks light and color!” she exclaimed with uncontrollable emotion.
Ometecuhtli looked at her, slightly amused by her high tone of voice in his presence. He remembered her as a child, asking in that same tone to be allowed to join the tlacuilos, so they could teach her to draw the codices that conveyed the history of the peoples created thousands of years ago through drawings.
“Tlapalli, my dear daughter, then what do you suggest we do?” he asked patiently.
“I propose that every day you allow me to use the sky as a canvas to have a variety of orange, violet, blue, and pink tones. To paint clouds of different shapes and color the rainbows that will appear in the sky,” she explained to her father.
“Mmmhh. I would like to see some of those drawings tomorrow and then consult with the Supreme Council.”
Tlalpalli’s face lit up with great joy upon hearing her father’s words. She bid farewell with great solemnity, as was proper to show respect to the supreme ruler. Upon leaving the palace, she hurried to the market of the Great Tenochtitlan where the color sellers were.
She told them about her project to paint the sky xiuhuitl (blue), tlatlauhqui (red), matlaxochitl (violet), xiuhtic (turquoise), iztac (white), xochipalli (pink), and zacatazcalli (yellow) every day.
She bought with cacao beans, which was the currency, the colors she needed and the amate paper. Accompanied by her maidens, she returned to her quarters in the palace of her father Ometecuhtli. Once in her room, Tlapalli began to draw the sky at dawn, then during the day, and finally at sunset using the wide variety of tones that would make the sky a celestial painting.
She worked all afternoon and night to have “The Canvas of Tlapalli” ready to present to her father’s distinguished guests.
Ometecuhtli had convened the meeting in his royal palace with its beautiful rooms, patios, and gardens.
He greeted each of them and with a movement of his staff indicated their seat according to their hierarchy.
Tlalpalli stood next to her father, nervously holding her rolls of amate paper in her hands. At a sign from Ometecuhtili, the young princess walked to the center of the room where her maidens spread out and held up her drawings for all to see.
The first to speak was “The Serpent of the Celestial Waters” who, after carefully looking at the canvas, hissed her question.
“Tlapalli, what will happen to your beautiful colors when there is a strong storm turning the sky black and dark gray?” And she continued firmly saying that the sky changes during the rainy season. As the regent of the celestial waters, she wanted to make sure that the sky was not too colorful.
“Venerable Serpent of the Celestial Waters, in that case, my canvas will also include colors according to the daily weather changes. I humbly accept your recommendations.”
Seated next to Tlaloc were the Four Tlaloques who helped their lord distribute the rain over the earth, carrying large vessels filled with water that they break with sticks to pour it over the earth, causing rains and the sound of thunder.
“We will notify you when it is time to pour the water so that you have time to paint a dark sky, with gray tones mixing black with white,” they offered Tlapalli.
“Venerable Tlaloques, your offer will be of great help to be ready with my palette of shades days before the storms.”
Xochiquetzal, protector of the tlacuilos, was the next to speak.
“Daughter of the great Ometecuhtli whom I have seen grow up learning from the tlacuilos, those who write by painting the codices, I offer you suggestions of colors for your canvas. The black color tlilli, created by smoke from pine splinters. The cochineal insect, a parasite of the cactus, for the red color and the matlaxochitl flowers that provide the intense turquoise color called texotli.
I will also send from the coasts of Oaxaca the purple snails whose dye will serve you to shade your canvas with that color during sunsets, before it darkens.
The lord of the tlacuilo guild also offered his help.
“Princess Tlapalli, you have us to help you draw the clouds in their various shapes and help paint the sunsets you design.”
Seeing the support the Supreme Council was giving his beloved daughter, Ometecuhtli spoke.
“From today, I will bring every day the materials that the color preparers need so that the sky has the different coloring you so desire.”
The next day, with the help of the tlacuilos, artisans, and astronomers, the Canvas of Tlapalli covered the celestial vault to the delight of the inhabitants of this planet Tlalli, the Earth. Since then, we enjoy sunrises and sunsets created by the brush of Princess Tlapalli who loves the range of colors offered by nature.
Glosario
La Gran Tenochtitlan- la ciudad que fundaron los aztecas en 1345 en medio del Lago de Texcoco y hoy es conocida como la ciudad de México.
Nahuatl- es un idioma uto azteca que se habla en México y Centroamérica.
Ometecuhtli– palabra nahuatl que significa el Señor de la Dualidad o el Señor de la Vida.
Tlacuilos- eran hombres y mujeres que sobresalían en el dibujo y eran entrenados en el idioma. Tlacuilo es el que escribe pintando.
Tlalli- palabra nahuatl que significa Tierra.
Tlaloc- deidad azteca de la lluvia.
Tlaloques- en la mitología mexica, eran quienes ayudaban a Tlaloc en la difícil tarea de distribuir la lluvia sobre la tierra.
Tlapalli- palabra nahuatl que significa color.
Leticia Roa Nixon
Leticia Nixon, nacida en la Ciudad de México, cursó la carrera de comunicación en la Universidad Iberoamericana. Desde 1992 se dedica al periodismo comunitario de Filadelfia. Es autora de seis libros y video productora de PhillyCAM. Escribe para philatinos.com y reside en Swarthmore, Pa.
Selected Works by Leticia Nixon:
Cuando los Tejidos Hablan (When Fabrics Speak)
Berenice, La Danzante Azteca (Berenice, The Aztec Dancer)
Huracán Corazón Del Cielo (Huracán, Heart of the Sky)