Por Iliana Castillo
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Foto por Iliana Castillo, Museo de memoria y tolerancia
Hace algunos años, caminé durante horas, contemplando fotografías, vídeos y algunos objetos encontrados en aquellos lugares que presenciaron el sufrimiento humano en su máxima expresión. Después de esa dolorosa visita al Museo de Memoria y Tolerancia en CDMX, llegué al final de lo que aparentemente quedaba atrás, sólo en la memoria: aquel horror que agradecíamos hubiera llegado a su fin, o al menos, tener la esperanza de estar cerca de ese desenlace.
Antes de salir del lugar, me topé con imágenes de quienes han sido conocidos en la historia por su odio e intolerancia. Leí la siguiente frase:
“No quiero nada con México más que construir un muro impenetrable y que dejen de estafar a EE.UU.”
–Donald Trump–
El texto iba acompañado de ese rostro que representa el desprecio por todo aquél que no sea igual a él. Lo vi exactamente como él me vería y me retiré del lugar.
Afortunadamente, el siguiente nivel está dedicado a la “Tolerancia”. Al entrar, contemplé con una sonrisa cientos de fotografías que representan la diversidad de nuestro mundo: colores, rostros, vestimentas, tradiciones, familias… Cada imagen me llevó a lugares distintos y remotos; viajé sin muros, sin pasaporte, sin visa, sólo con mi sonrisa e imaginación.
El recorrido concluye con historias de quienes liberaron a los oprimidos, despreciados y torturados, dejando así un ejemplo de lo que sí se puede hacer en medio de un mundo caracterizado por la intolerancia, los prejuicios y el odio.
Hoy, seis de noviembre de dos mil veinticuatro, Trump vuelve a ganar la presidencia de los EE. UU., dejando al descubierto el amor por el horror, el terror a lo diferente, el odio que radica en muchos, la intolerancia y el desamor. Ganó el miedo. El discurso del odio y la desconfianza se subió al poder nuevamente, dejando la democracia desmoronada e invadida de incertidumbre.
Bajemos a la segunda planta del museo y topémonos con la TOLERANCIA. Unámonos a la democracia, abracemos la diferencia, recorramos los colores y culturas, llenémonos de palabras amorosas, abracemos al corazón que tiene miedo. ¡Seamos demócratas desde nuestra trinchera!
No hemos perdido. Sólo somos menos, pero no pocos. Y aun si fuéramos pocos, son éstos los que han pintado la vida, recorrido los mejores caminos, saboreado platillos, compartido mesas… Son quienes han amado y sentido la vida. No hemos perdido, sólo somos un poco menos.
English Version:
Museum of Memory and Tolerance in Mexico City
Photo by Iliana Castillo, Museo de memoria y tolerancia
A few years ago, I walked for hours, looking at photographs, videos, and some objects found in those places that witnessed human suffering at its most extreme. After that painful visit to the Museum of Memory and Tolerance in CDMX, I arrived at the end of what seemed to be left behind, only in memory: that horror we were grateful had come to an end, or at least the hope of being close to it.
Before leaving, I came across images of those known in history for their hatred and intolerance. I read the following sentence:
“I want nothing with Mexico more than to build an impenetrable wall and for them to stop scamming the United States.”
–Donald Trump–
The text was accompanied by that face, representing contempt for anyone who is not like him. I saw him exactly as he would see me, and I left the place.
Fortunately, the next level is dedicated to “Tolerance.” Upon entering, I smiled at hundreds of photographs representing the diversity of our world: colors, faces, clothing, traditions, families… Each image took me to different and remote places. I traveled without walls, without a passport, without a visa—just my smile and imagination.
The exhibit concludes with stories of those who freed the oppressed, despised, and tortured, leaving an example of what can be done in a world characterized by intolerance, prejudice, and hatred.
Today, November 6, 2024, Trump once again wins the presidency of the United States, revealing the horror, the fear of difference, the hatred harbored by many, the intolerance, and the heartbreak. Fear won. The rhetoric of hate and distrust rose to power again, leaving democracy crumbling and shrouded in uncertainty.
Let’s descend to the museum’s second floor and encounter TOLERANCE. Let’s join democracy, embrace difference, explore colors and cultures, fill ourselves with loving words, and embrace the hearts that are afraid. Let’s be democrats from our trenches!
We have not lost. We are simply fewer, but not few. And even if we were few, it is those few who have painted life, traveled the best paths, savored dishes, and shared tables. They are the ones who have loved and truly felt life. We have not lost, only become a little less.
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