La mentira, la violencia mediática y la deshumanización de la población migrante
Por Obed Arango
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Dibujo de una adolescente de 13 años.
El pasado 7 de noviembre de 2024, ni siquiera habían transcurrido 24 horas desde el anuncio de la victoria electoral del Sr. Trump cuando jóvenes y niños comenzaron a reportar casos de bullying y violencia. ¿Cómo pudo la violencia verbal post-electoral manifestarse de inmediato entre niños y adolescentes en las escuelas? ¿Cómo es que los espacios públicos, los salones de clase y los autobuses escolares se llenaron tan rápidamente de agresiones anti-inmigrantes?
Atrapados en sus emociones y pensamientos, muchas de las víctimas no encontraban las palabras para expresar lo que sentían. En su lugar, recurrieron al lápiz, los colores y el papel para plasmar su experiencia. Durante aquella noche y las frías tardes de un largo invierno, han surgido dibujos que reflejan los peligros de la violencia mediática que absorbieron y que deshumaniza a sus familias y a la población inmigrante en general, especialmente a quienes no cuentan con documentos.
Este ensayo debe leerse desde dos perspectivas: la fuerza expresiva de los dibujos creados por niños, niñas, adolescentes y adultos, complementada con las fotografías históricas que incluyo, y el análisis político que presento. Sin duda, las imágenes hablan con una contundencia que las palabras muchas veces no logran alcanzar. Espero que nos inviten a reflexionar sobre los tiempos que vivimos y, más aún, nos impulsen a la unidad. Frente a la fragmentación que nos rodea, la humanización y la unidad siguen siendo el antídoto más poderoso.
La mentira
El psicólogo Tom Stafford en su artículo para la BBC “How liars create the ‘illusion of truth'” comentó: “La repetición hace que un hecho parezca más cierto, independientemente de si lo es o no. Comprender este efecto puede ayudarte a evitar caer en la propaganda. ‘Repite una mentira con suficiente frecuencia y se convierte en verdad’, es una ley de la propaganda a menudo atribuida al nazi Joseph Goebbels” (Stafford, 2016).
Siguiendo el manual nazi de Goebbels, la campaña de Trump estuvo plagada de declaraciones sin sustento que constantemente debían ser desmentidas. Sin embargo, con el megáfono en mano y consciente de que millones lo escucharían o leerían, la propagación de sus mentiras y falacias era mucho más rápida que el tiempo necesario para refutarlas. Así, cuando los datos finalmente se aclaraban, ya había nuevas afirmaciones por desmentir. Y esa continúa siendo su estrategia. No hay día en que no haga declaraciones carentes de veracidad (Uribe, 2024).
Sin embargo, Trump encuentra en sus allegados a quienes le han dado forma a su propaganda mediática, entre ellos Stephen Miller, a quien desde el 2016, como profesor de comunicación y ciencias políticas, he seguido de cerca su papel tanto en las campañas presidenciales como en su manejo de los medios. Miller, graduado en ciencias políticas por la Universidad de Duke, ha construido una trayectoria marcada por ataques y señalamientos hacia grupos minoritarios. Ha promovido la islamofobia, arremetido contra los movimientos chicanos y los inmigrantes, y acusado a pensadores y artistas de color de ser “racistas” contra los blancos, invirtiendo así la narrativa de la opresión, como se dice popularmente, “volteando la mesa”
Dibujo de niño de 11 años
Desde hace años, he señalado que Miller es uno de los principales ideólogos del movimiento MAGA y uno de sus comunicadores más efectivos. Se ha convertido en el Goebbels de Trump, utiliza con gran habilidad las falacias para dar apariencia de lógica al discurso de odio. Se victimiza y victimiza a la supremacía blanca, así como a los grupos de poder, mientras acusa a las minorías de los mismos actos de los que históricamente han sido víctimas.
El racismo de Miller no se esconde. En varias ocasiones, ha declarado abiertamente la supuesta superioridad de la cultura occidental. Recomiendo leer el artículo de opinión de Jean Guerrero en el New York Times, titulado “El Estados Unidos Distópico de Stephen Miller” (2020), donde se expone su influencia y visión política, y para tener una visión más precisa de este personaje.
“El lenguaje en la convención proviene de la teoría de la conspiración del ‘genocidio blanco’, que advierte, entre otras cosas, que las personas negras y morenas destruirán la civilización blanca con ayuda de sus aliados antirracistas. Hace eco de la novela racista-distópica El campamento de los santos, que Stephen Miller, asesor principal de políticas y redactor de discursos de Trump, promovió en 2015 a través Breitbart, un sitio web de derecha” (Guerrero, 2020).
Dibujo de niño de 9 años
¿Cómo funcionan las falacias?
Una falacia es, en esencia, una mentira disfrazada de razonamiento lógico. Se basa en una declaración falsa cuya estructura engañosa la hace parecer verdadera. Las falacias suelen utilizarse para justificar posturas racistas, clasistas, xenófobas, religiosas o nacionalistas, y en el ámbito político, su uso es casi siempre intencional.
El mayor peligro surge cuando las falacias no solo dominan el discurso público, sino que también se convierten en políticas públicas y prácticas sociales. A diario nos enfrentamos a falacias que, aunque repugnantes, se han normalizado en la cultura, la sociedad y el gobierno.
A continuación, presento algunos ejemplos —aunque preferiría no hacerlo, es necesario para evidenciar cómo se insertan en nuestro entorno—. La última de ellas la expongo específicamente para analizar y desenmascarar las falacias en los discursos de Donald Trump.
Estas son ejemplos claros de falacias que se utilizan para justificar el clasismo y perpetuar prejuicios:
“El que trabaja es rico e inteligente, por tanto, el pobre es tonto y flojo.”
Esta es una falacia de causa falsa: Se establece una relación errónea entre riqueza e inteligencia, cuando en realidad hay múltiples factores estructurales que influyen en la situación económica de una persona, como el acceso a oportunidades, la desigualdad social o la explotación laboral.
Esta falacia refuerza estereotipos dañinos y normaliza la discriminación, justificando el clasismo bajo una apariencia de razonamiento lógico de la meritocracia, además que culpa al pobre de su situación para no reconocer factores de explotación y opresión.
La falacia inaugural de Trump:
“Cuando México envía a su gente, no envía a los mejores. No te envía a ti. No te envía a ti. Envía a gente con muchos problemas, y nos los trae. Traen drogas. Traen delincuencia. Son violadores. Y algunos, supongo, son buenas personas”. (Trump, 2015).
Esta declaración de Donald Trump es un claro ejemplo de falacia de universalización o en palabras de John Thompson es una estrategia de la ideología como lo comenta en su libro “Ideología y cultura moderna” publicado por la UAM en México (1991), combinada con una falacia de apelación al miedo.
Universalización: Se toma un grupo reducido de personas con antecedentes delictivos y se extiende esa característica a toda una comunidad, en este caso, a los inmigrantes mexicanos.
Apelación al miedo: Se usa un discurso alarmista para asociar la inmigración con el crimen y generar temor en la población.
Falsa concesión: Al final, dice “y algunos, supongo, son buenas personas”, lo que intenta suavizar el discurso, pero no cambia la premisa principal de criminalización.
Este tipo de retórica ha sido una herramienta clave en la estrategia política de Trump para justificar políticas migratorias y fomentar el rechazo hacia los inmigrantes.
Dibujo de niño de 11 años
Las falacias suelen acusar al otro de lo que el victimizador hace. Una de las falacias más peligrosas de las últimas semanas es señalar a los programas de “Diversidad, equidad, e inclusión” (DEI) de ser programas racistas, cuando de hecho estos programas surgen como parte de la lucha anti-racista y por los derechos civiles que se aprobaron en 1964 para prevenir justo prácticas racistas de los sistemas sociales. Las iniciativas DEI emergieron a partir del reconocimiento de que las condiciones sociales marcadas por 400 años de colonialismo, 246 años de esclavitud y 100 de las leyes Jim Crow y Juan Crow, la suma de estos periodos históricos crearon las instituciones modernas diseñadas desde la supremacía blanca, la discriminación y la segregación social.
Trump al atacar y eliminar los programas DEI presenta una falacia de inversión de víctima y agresor, donde los grupos históricamente privilegiados se presentan como víctimas de los cambios sociales que buscan equidad. Es una estrategia utilizada para desacreditar movimientos de justicia social y evitar cambios estructurales en favor de la igualdad.
Se puede ver cómo esta narrativa distorsiona la realidad:
Deslegitimación histórica: Ignora que los programas de DEI existen para corregir siglos de desigualdad estructural.
Falacia del falso dilema: Presenta la inclusión de grupos marginados como una amenaza en lugar de un avance hacia la equidad.
Uso de la retórica de la “discriminación inversa”: Afirma que los programas DEI discriminan a los grupos dominantes, cuando en realidad buscan nivelar el acceso a oportunidades.
El peligro de la falacia es cuando pasa de discurso a ser un acto y una política pública, de esta manera Trump por medio de una acción ejecutiva ha forzado la eliminación de programas de diversidad, equidad e inclusión en universidades, negocios, corporaciones, y organizaciones sin fines de lucro.
La narrativa de Trump y otros opositores del DEI se basa en una falacia que omite deliberadamente la historia de segregación y exclusión sistemática en Estados Unidos. Al acusar a las iniciativas DEI de ser “racistas” contra los blancos, en realidad están aplicando una “falacia de falsa equivalencia” que explico más adelante, pues intenta detener el avance de las minorías que retan el status quo histórico.
Reflexión de adulto
Falacia de falsa equivalencia
- Equiparar la lucha por la equidad con una forma de “discriminación inversa” es engañoso porque ignora la diferencia de poder y contexto histórico.
- No es lo mismo implementar políticas que den acceso a oportunidades a comunidades marginadas que imponer barreras estructurales que han existido por siglos para beneficiar a un solo grupo.
Falacia del statu quo
- Se asume que el sistema actual es neutral y justo, cuando en realidad fue diseñado bajo un “ethos segregacionista” que favoreció sistemáticamente a la comunidad blanca.
- La “meritocracia” solo funciona si todas las personas comienzan desde el mismo punto de partida, lo cual no ha sido el caso en Estados Unidos.
El legado de la exclusión
Los grupos históricamente marginados han sido víctimas de políticas estatales que reforzaron la supremacía blanca. Algunos ejemplos incluyen:
- Genocidio de los pueblos indígenas y su desplazamiento forzado.
- El sistema de esclavitud, seguido por segregación racial de la comunidad afroamericana, con leyes como Jim Crow, y Juan Crow contra los hispanos.
- Internamiento de japoneses-americanos durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se proclamó la Ley 1798, como ahora intenta hacerlo, al declarar al extranjero como enemigo de guerra.
- Las políticas públicas sujetas de “redlining” – línea roja– que marcaba los lugares donde no se recomendaba inversión, renovación y desarrollo, para segregar a poblaciones completas y crear barrios de pobreza creciente.
- Discriminación estructural contra latinos y asiáticos en vivienda, educación y empleo.
Cuando Trump y sus aliados atacan el DEI, lo hacen con la intención de preservar los privilegios históricos de la supremacía blanca, usando falacias para justificar la eliminación de políticas diseñadas para corregir siglos de opresión.
El Tea Party
Pero en la falacia Trump ha logrado en sus discursos que los victimarios se presenten como víctimas, y fue justo desde este paradigma de victimización “blanca” que se consolidó el movimiento MAGA y que encuentra sus antecedentes en el Tea Party de la década de los 10’s de este milenio.
Explico, en el año 2008 los grupos de supremacía blanca vieron con preocupación la llegada de Obama al poder –el primer presidente de origen africano y de color–, él marcó un parteaguas del “nuevo Estados Unidos” donde se cultivaba una mayor consciencia de la diversidad, la equidad, el lenguaje, el reto al patriarcado, y a las políticas que sirvieron para oprimir a las minorías de color. Obama y su familia tuvieron que resistir ataques que ponían en duda incluso el lugar de nacimiento de Obama, los presentaban como extremistas islámicos.
Dibujo por adolescente de 13 años
Donald Trump fue el precursor de muchas de estas mentiras, y con una cobardía total nunca presentó las pruebas, ya desde entonces daba indicios públicos de su manejo de las declaraciones falsas, del desprestigio, del bullying social y del miedo al “otro” –no blanco–, como catalizadores para congregar masas. La llegada de Obama también simbolizó el avance de un grupo que históricamente había sido esclavizado, limitado, confinado y oprimido. La llegada de Obama a la Casa Blanca era una pérdida de control y poder. Los grupos conservadores señalaron que las iniciativas DEI, de acción afirmativa y las teorías críticas de raza y de género eran las causantes de la revolución de pensamiento social que se vivió a inicios de siglo. La teoría crítica de raza desenmascara el cómo funciona el racismo sistémico en las instituciones, tanto privadas como públicas.
La llegada de Obama al poder motivó que los grupos que se habían desarticulado encontraran un nuevo motivo, y así surgió el Tea Party – el ala más conservadora del partido republicano en aquel entonces- que emergió con fuerza con un discurso nacionalista, religioso, católico y evangélico conservador donde la identidad WASP (White Anglo-Saxon Protestant) buscó erigirse nuevamente como la identidad nacional para tratar a los demás como extranjeros. John McCain, un republicano conservador que no coqueteaba con esa nueva ala creciente de la extrema derecha, tuvo que incluir a una de sus representantes como lo fue Sarah Palin, quien encarna los temores, la ignorancia y el discurso que tomaría una gran fuerza con el movimiento MAGA.
Dibujo niña de 10 años
La realización de políticas públicas a partir de la falacia
Trump, bajo la falacia de que los blancos son víctimas tanto de los inmigrantes como de los programas de diversidad, equidad e inclusión, desde el primer día gobierna a punta de pluma con decretos presidenciales, varios de estos se saltan la división de poderes, la constitución y el sistema judicial. Y en este remolino, Trump acude a otra falacia, se llama a sí mismo persona de “La ley y el orden”, porque sabe que esta es una postura que es aceptada en el centro del “ethos estadounidense” aunque él ha sido convicto y declarado culpable de malversación de fondos, con 34 cargos y haber pagado a una estrella de porno por su silencio. Sin embargo, él se coloca bajo el manto de la imagen de “la ley y el orden” y bajo ese manto se presenta ante el ciudadano americano como alguien que captura inmigrantes indocumentados que, ante su retórica, son “criminales” aunque frente a la ley el cruce de la frontera o alargar la visa es una falta civil. A Trump no le importa conocer ni respetar la ley y no desea distinguir, no desea respetar la constitución. La parte trágica de esto es que ha logrado incluso engañar a un grupo de blancos moderados que han llegado a creer que las redadas de Trump están justificadas y que están motivadas por seguridad. Trump nunca podrá ver que el 97 por ciento de los inmigrantes son trabajadores, contribuyentes, creadores de empleos, y que han logrado revitalizar pueblos completos.
Pero no nos engañemos, Trump no está recogiendo personas con récord criminal solamente, Trump explícitamente habla de deportar a todos los inmigrantes indocumentados sin importar la vida que han establecido aquí y la gran contribución que han hecho. La meta de Trump y del uso de la retórica y narrativa incriminatoria contra el migrante es despojarlos de cualquier humanidad, y con ello poderles despojar de sus derechos civiles y humanos. La solución inteligente sería hacer la reforma migratoria para legalizar a todos aquellos que sin récord criminal han construido una vida de trabajo y han enriquecido la vida de la nación. Pero abiertamente él declara que deportará a todos, incluso a hijos ciudadanos para que en su “benevolencia” no separe a la familia. En todo el segmento de la entrevista retrata a los inmigrantes como criminales y nunca reconoce los aportes, excepto con el grupo DACA con quienes fue muy duro en el primer periodo y suspendió el programa durante su primera presidencia. Su falta de perspectiva, poner a todos en una imagen criminal y no considerar una reforma migratoria es parte de la falacia que maneja. Y desde hace unas semanas convocó a un registro de inmigrantes indocumentados, iniciativa que carece de infraestructura (NBC News, 2024, 19:30-23:15).
Foto por Obed Arango, Washington D.C. 2010 ©
La pérdida de la normalidad y el surgimiento de un estado fascista
Lo que hemos presenciado estos meses, y que los dibujos de los niños advierten, es el surgimiento de un estado totalitario y fascista. En el que la expurgación del otro se centra en el discurso, se les califica de detractores de la cultura nacional, de la historia y de las instituciones, con ello, el inmigrante, el islámico, el palestino, el chino, quien se identifica como miembro de la comunidad LGBTQ+. Sus primeras acciones fueron desconocer los derechos de los migrantes y de las comunidades diversas. Borró institucionalmente las identidades de género, y ha justificado vigilar a estos grupos para pasar por encima de las libertades individuales. Ese abuso y ese control se ha dado al imponer incluso a estados alinearse con sus decretos o sancionarles con presupuesto federal.
En ese mismo tono se inmiscuye en las universidades, sus contenidos y programas, desarrolla listas negras institucionales, y se impone sobre sus presupuestos de investigación. Busca asimismo desmantelar el sistema educativo para crear una oligarquía que lo administre, de esta manera convierte los derechos cívicos en mercancías.
Una vez posicionado, la hipocresía es abierta y la falacia se manifiesta con mayor fuerza cuando por un lado pide respeto a las fronteras, por otro, sin respeto diplomático declara a Canadá como estado 51 y al primer ministro como gobernador. O cuando expresa que se apropiará de Groenlandia, y en uno de los decretos aparentemente más ridículos declara a “El golfo de México” como “el golfo de América” sin reconocer 400 años de historia. El fascismo parte de negar la historia, no respeta la constitución, el sistema federal jurídico —busca imponerse sobre él— y la división de poderes. El sistema totalitario no reconoce límites y el mayor ejemplo de ello fue la invención de DOGE, esa secretaría inventada, no reconocida por el congreso pero a la que se le ha dado todo el poder para cortar de tajo empleos federales, desaparecer agencias, e imponer un sistema de vigilancia en el que coloca personas leales a él y no a servidores públicos para que desempeñen con independencia sus tareas.
Otra característica que distingue al estado fascista es el control de la libertad de expresión, y presiona para la desaparición de los medios públicos como el National Public Radio (NPR) o la televisión pública PBS, incluso a la agencia de noticias más importante de los Estados Unidos y de mayor presencia mundial como lo es Associated Press, se opone a la libertad de expresión.
Foto por Obed Arango, encuentro entre manifestantes del Tea Party con manifestantes pro reforma migratoria, 2010 ©
Los antecedentes en la zona de Filadelfia
Foto por Obed Arango, South Philly, 2010 ©
En Filadelfia quizá uno de los ejemplos más claros de los antecedentes MAGA fue el Tea Party, y se manifestó en los Philly Steaks Geno’s cuyo dueño Joe Vento impuso que solo se podía pedir en inglés pues veía como una amenaza el crecimiento de la comunidad mexicana y centroamericana que revitalizaba un sur de Filadelfia que en los noventa se encontraba en ruinas. Los nuevos migrantes componían casas, abrían nuevos negocios y el mercado italiano de inicios del siglo 20 encontraba nueva vida y nuevas identidades a inicios del nuevo milenio. Vento olvidó sus raíces migrantes, asimilado, no recordó que en otros tiempos la lengua que se escuchaba en aquellas calles era italiano que se fue sustituyendo por un proceso opresor y de asimilación, pero no así el mexicano ni el latinoamericano, que ha resistido el proceso de asimilación para enriquecer el barrio con negocios, empleos, arte, murales, e iniciativas culturales.
Joe Vento falleció en el año 2011 pero a su paso dejó organizado el partido del Tea Party de Filadelfia que sería el preámbulo MAGA. Trump en el país capitalizó sobre todos los “Joe Vento” del país y se adaptó a su discurso xenofóbico, nacionalista, religioso y conservador.
Foto por Obed Arango, encuentro entre manifestantes del Tea Party con manifestantes pro reforma migratoria, 2010 ©
Hoy vemos la realización del odio racial que se cultivó a mediados de la primera década del nuevo milenio y en el que la villa inmigrante ha navegado. Y seguiremos navegando en unidad.
The destruction of dreams:
Lies, media violence and the dehumanization of the migrant population
10 years old kid
On November 7, 2024, not even 24 hours had passed since the announcement of Mr. Trump’s electoral victory when young people and children began to report cases of bullying and violence. How could post-election verbal violence manifest itself immediately among children and adolescents in schools? How did public spaces, classrooms, and school buses fill so quickly with anti-immigrant attacks?
Trapped in their emotions and thoughts, many of the victims could not find the words to express what they felt. Instead, they turned to pencil, colors and paper to capture their experience. During that night and the cold afternoons of a long winter, drawings have emerged that reflect the dangers of the media violence that they absorbed and that dehumanizes their families and the immigrant population in general, especially those who do not have documents.
This essay should be read from two perspectives: the expressive force of the drawings created by children and adolescents, complemented by the historical photographs that I include, and the political analysis that I present. Without a doubt, the images speak with a forcefulness that words often fail to achieve. I hope they invite us to reflect on the times we live in and, even more so, encourage us to unity. Faced with the fragmentation that surrounds us, humanization and unity remains the most powerful antidote.
Drawing of an adolescent of 15 years old
The lie
Psychologist Tom Stafford in his BBC article “How liars create the ‘illusion of truth'” commented: “Repetition makes a fact seem more true, regardless of whether it is true or not. Understanding this effect can help you avoid falling for propaganda. ‘Repeat a lie often enough and it becomes the truth,’ is a law of propaganda often attributed to Nazi Joseph Goebbels.'” (Stafford, 2016)
Following Goebbels’ Nazi manual, Trump’s campaign was plagued by unsubstantiated statements that constantly had to be debunked. However, with the megaphone in hand and aware that millions would hear or read him, the spread of his lies and fallacies was much faster than the time needed to refute them. Thus, when the data finally became clear, there were already new claims to deny. And that continues to be their strategy. There is not a day in which he does not make statements that lack truth. (Uribe, 2024)
However, Trump finds in those close to him those who have shaped his media propaganda, among them Stephen Miller, whom since 2016, as a professor of communication and political science, I have closely followed his role in both the presidential campaigns and his handling of the media. Miller, a graduate in political science from Duke University, has built a career marked by attacks and accusations against minority groups. He has promoted Islamophobia, attacked Chicano and immigrant movements, and accused thinkers and artists of color of being “racist” against whites, thus reversing the narrative of oppression, as it is popularly said, “turning the table.”
For years, I have noted that Miller is one of the MAGA movement’s leading ideologues and one of its most effective communicators. He has become Trump’s Goebbels, using fallacies with great skill to give the appearance of logic to hate speech. White supremacy, as well as groups in power, are victimized and victimized, while accusing minorities of the same acts of which they have historically been victims.
Miller’s racism is not hidden. On several occasions, he has openly declared the supposed superiority of Western culture. I recommend reading Jean Guerrero’s opinion article in the New York Times, titled “The Dystopian United States of Stephen Miller” (2020), where his influence and political vision are exposed, and to have a more precise vision of this character.
“The language at the convention comes from the ‘white genocide’ conspiracy theory, which warns, among other things, that black and brown people will destroy white civilization with the help of their anti-racist allies. It echoes the racist-dystopian novel Camp of the Saints, which Stephen Miller, Trump’s senior policy advisor and speechwriter, promoted in 2015 through Breitbart, a right-wing website” (Guerrero, 2020).
9 years old kid
How do fallacies work?
A fallacy is, in essence, a lie disguised as logical reasoning. It is based on a false statement whose misleading structure makes it appear true. Fallacies are often used to justify racist, classist, xenophobic, religious or nationalist positions, and in the political sphere, their use is almost always intentional.
The greatest danger arises when fallacies not only dominate public discourse, but also become public policies and social practices. Every day we are confronted with fallacies that, although repugnant, have become normalized in culture, society, and government.
Below, I present some examples—although I would prefer not to, it is necessary to show how they fit into our environment. I present the last of them specifically to analyze and unmask the fallacies in Donald Trump’s speeches.
These are clear examples of fallacies that are used to justify classism and perpetuate prejudices:
“He who works is rich and intelligent, therefore, the poor person is stupid and lazy.”
This is a false cause fallacy: An erroneous relationship is established between wealth and intelligence, when in reality there are multiple structural factors that influence a person’s economic situation, such as access to opportunities, social inequality or labor exploitation.
This fallacy reinforces harmful stereotypes and normalizes discrimination, justifying classism under an appearance of logical reasoning of meritocracy, and also blames the poor for their situation for not recognizing factors of exploitation and oppression.
Photo Obed Arango, Old City Philadelphia, 2024 ©
Trump’s inaugural fallacy:
“When Mexico sends its people, they’re not sending their best. They’re not sending you. They’re not sending you. They’re sending people that have lots of problems, and they’re bringing those problems with us. They’re bringing drugs. They’re bringing crime. They’re rapists. And some, I assume, are good people.” (Trump, 2015)
This statement by Donald Trump is a clear example of the fallacy of universalization or in the words of John Thompson, it is a strategy of ideology as discussed in his book “Ideology and Modern Culture” (1991), combined with a fallacy of appealing to fear.
Universalization: A small group of people with a criminal history is taken and that characteristic is extended to an entire community, in this case, to Mexican immigrants.
Appeal to fear: An alarmist discourse is used to associate immigration with crime and generate fear in the population.
False Concession: At the end, he says “and some, I suppose, are good people”, which tries to soften the speech, but does not change the main premise of criminalization.
This type of rhetoric has been a key tool in Trump’s political strategy to justify immigration policies and promote rejection of immigrants.
Fallacies usually accuse the other of what the victimizer does.
One of the most dangerous fallacies in recent weeks is to point out that “Diversity, Equity, and Inclusion” (DEI) programs are racist programs, when in fact these programs emerge as part of the anti-racist and civil rights struggle that was approved in 1964 to prevent racist practices in social systems. DEI initiatives emerged from the recognition that the social conditions marked by 400 years of colonialism, 246 years of slavery and 100 years of Jim Crow and Juan Crow laws, the sum of these historical periods created modern institutions designed from white supremacy, discrimination and social segregation.
Trump attacking and eliminating DEI programs presents a victim-aggressor reversal fallacy, where historically privileged groups are presented as victims of social changes seeking equity. It is a strategy used to discredit social justice movements and prevent structural changes in favor of equality.
You can see how this narrative distorts reality:
Historical delegitimization: Ignores that DEI programs exist to correct centuries of structural inequality.
False Dilemma Fallacy: Presents the inclusion of marginalized groups as a threat rather than progress toward equity.
Drawing of a kid of 11 years old
Use of “reverse discrimination” rhetoric: Claims that DEI programs discriminate against dominant groups, when in reality they seek to level access to opportunities.
The danger of fallacy is when it goes from speech to being an act and public policy. In this way, Trump through executive action has forced the elimination of diversity, equity and inclusion programs in universities, businesses, corporations, and non-profit organizations.
The narrative of Trump and other DEI opponents is based on a fallacy that deliberately omits the history of systematic segregation and exclusion in the United States. By accusing DEI initiatives of being “racist” against whites, they are actually applying a “false equivalence fallacy” that I explain below, as it attempts to stop the advancement of minorities who challenge the historical status quo.
Fallacy of false equivalence
- Equating the fight for equity with a form of “reverse discrimination” is misleading because it ignores the difference in power and historical context.
- Implementing policies that give access to opportunities to marginalized communities is not the same as imposing structural barriers that have existed for centuries to benefit a single group.
Fallacy of the status quo
- It is assumed that the current system is neutral and fair, when in reality it was designed under a “segregationist ethos” that systematically favored the white community.
- “Meritocracy” only works if everyone starts from the same starting point, which has not been the case in the United States.
The legacy of exclusion
Historically marginalized groups have been victims of state policies that reinforced white supremacy. Some examples include:
- Genocide of indigenous peoples and their forced displacement.
- The slavery system, followed by racial segregation of the African American community, with laws such as Jim Crow, and Juan Crow against Hispanics.
- Internment of Japanese-Americans during World War II, when Law 1798 was proclaimed, as Trump now attempts to do by declaring the foreigner as an enemy of war.
- Public policies subject to “redlining” – red line – that marked places where investment, renewal and development were not recommended, to segregate entire populations and create neighborhoods of increasing poverty.
- Structural discrimination against Latinos and Asians in housing, education and employment.
When Trump and his allies attack the DEI, they do so with the intention of preserving the historical privileges of white supremacy, using fallacies to justify the elimination of policies designed to correct centuries of oppression.
9 years old kid
The Tea Party
But in the fallacy Trump has achieved in his speeches that the perpetrators present themselves as victims, and it was precisely from this paradigm of “white” victimization that the MAGA movement was consolidated and that finds its antecedents in the Tea Party of the 2010s of this millennium.
I explain, in 2008 white supremacy groups viewed with concern the arrival of Obama to power, the first president of African origin and color. He marked a watershed in the “new United States” where greater awareness of diversity, equity, language, the challenge to patriarchy, and the policies that served to oppress minorities of color were cultivated. Obama and his family had to withstand attacks that called into question even Obama’s birthplace and portrayed them as Islamic extremists.
Donald Trump was the precursor of many of these lies, and with total cowardice he never presented the evidence. Since then he gave public indications of his handling of false statements, discredit, social bullying and fear of the “other” – non-white – as catalysts to gather masses. Obama’s arrival also symbolized the advancement of a group that had historically been enslaved, limited, confined and oppressed. Obama’s arrival at the White House was a loss of control and power. Conservative groups pointed out that DEI initiatives, affirmative action and critical theories of race and gender were the causes of the social thought revolution that occurred at the beginning of the century. Critical race theory unmasks how systemic racism works in institutions, both private and public.
Adult reflection
The arrival of Obama to power caused the groups that had been dismantled to find a new reason, and thus the Tea Party emerged – the most conservative wing of the Republican Party at that time – which emerged strongly with a conservative nationalist, religious, Catholic and evangelical discourse where the WASP (White Anglo-Saxon Protestant) identity sought to establish itself again as the national identity to treat others as foreigners. John McCain, a conservative Republican who did not flirt with that new growing wing of the extreme right, had to include one of his representatives, such as Sarah Palin, who embodies the fears, ignorance and discourse that would gain great strength with the MAGA movement.
Dibujo de niño de 10 años
The realization of public policies based on fallacy
Trump, under the fallacy that white people are victims of both immigrants and diversity, equity and inclusion programs, has governed from the first day at the tip of a pen with presidential decrees, several of which bypass the division of powers, the constitution and the judicial system. And in this whirlwind, Trump resorts to another fallacy, calling himself a “Law and Order” person, because he knows that this is a position that is accepted at the center of the “American ethos” even though he has been convicted and found guilty of embezzlement, with 34 counts and having paid a porn star for his silence. However, he places himself under the mantle of the image of “law and order” and under that mantle he presents himself to the American citizen as someone who captures undocumented immigrants who, according to his rhetoric, are “criminals” although under the law, crossing the border or extending the visa is a civil offense. Trump doesn’t care about knowing or respecting the law and he doesn’t want to distinguish, he doesn’t want to respect the constitution. The tragic part of this is that he has even managed to deceive a group of moderate whites who have come to believe Trump’s raids are justified and motivated by security. Trump will never be able to see that 97 percent of immigrants are workers, taxpayers, job creators, and that they have managed to revitalize entire towns.
But make no mistake, Trump is not just picking up people with criminal records, Trump explicitly talks about deporting all undocumented immigrants regardless of the life they have established here and the great contribution they have made. The goal of Trump and the use of incriminating rhetoric and narrative against immigrants is to strip them of any humanity, and thereby be able to strip them of their civil and human rights. The intelligent solution would be to implement immigration reform to legalize all those who, without a criminal record, have built a life of work and have enriched the life of the nation. But he openly declares that he will deport everyone, even citizen children so that in his “benevolence” he does not separate the family. Throughout the interview segment he portrays immigrants as criminals and never recognizes their contributions, except with the DACA group with whom he was very harsh in the first period and suspended the program during his first presidency. His lack of perspective, putting everyone in a criminal image and not considering immigration reform is part of the fallacy he manages. And for a few weeks now he has been calling for a registry of undocumented immigrants, an initiative that lacks infrastructure (NBC News, 2024, 19:30-23:15).
The loss of normality and the rise of a fascist state
What we have witnessed these months, and what the children’s drawings warn of, is the emergence of a totalitarian and fascist state. In which the expurgation of the other is focused on the discourse, they are described as detractors of national culture, history and institutions, thus, the immigrant, the Islamic, the Palestinian, the Chinese, who identifies as a member of the LGBTQ+ community. Their first actions were to ignore the rights of migrants and diverse communities. It institutionally erases gender identities, and has justified policing these groups to override individual freedoms. This abuse and control has occurred by even imposing states to align with their decrees or sanctioning them with the federal budget.
In that same tone, it interferes in universities, their contents and programs, develops institutional blacklists, and imposes itself on their research budgets. It also seeks to dismantle the educational system to create an oligarchy that administers it in this way, turning civic rights into merchandise.
Once positioned, the hypocrisy is open and the fallacy manifests itself more strongly when on the one hand it asks for respect for the borders, on the other, without diplomatic respect it declares Canada as the 51st state and the prime minister as governor. Or when he expresses that he will appropriate Greenland, and in one of the apparently most ridiculous decrees he declares “The Gulf of Mexico” as “the Gulf of America” without recognizing 400 years of history. Fascism starts from denying history, does not respect the constitution, the federal legal system – it seeks to impose itself on it – and the division of powers. The totalitarian system does not recognize limits and the greatest example of this was the invention of DOGE, that invented secretary, not recognized by Congress but who has been given all the power to cut federal jobs, disappear agencies, and impose surveillance in which he places people loyal to him and not public servants to independently carry out their tasks.
Another characteristic that distinguishes the fascist state is the control of freedom of expression, and it pressures for the disappearance of public media such as National Public Radio (NPR) or PBS public television, even the most important news agency in the United States and with the greatest global presence, such as the Associated Press, opposes freedom of expression.
Photo by Obed Arango, Washington D.C. 2010 ©
Background in the Philadelphia area
In Philadelphia, perhaps one of the clearest examples of the MAGA antecedents was the Tea Party, and it manifested itself in the Philly Steaks Geno’s whose owner Joe Vento imposed that you could only order in English because he saw as a threat the growth of the Mexican and Central American community that revitalized a South Philadelphia that in the nineties was in ruins. The new migrants, composed houses, opened new businesses and the Italian market at the beginning of the 20th century, found new life and new identities at the beginning of the new millennium. Vento forgot his migrant roots, assimilated, he did not remember that in other times the language heard in those streets was Italian, which was replaced by an oppressive and assimilation process, but not Mexican or Latin American, which has resisted the assimilation process to enrich the neighborhood with businesses, jobs, art, murals, and cultural initiatives.
Joe Vento passed away in 2011 but in his wake he left the Philadelphia Tea Party organized, which would be the MAGA preamble. Trump in the country capitalized on all the “Joe Vento” in the country and adapted to his xenophobic, nationalist, religious and conservative speeches.
Photo by Obed Arango, meeting between Tea Party protesters with pro-immigration reform protesters, 2010 ©
Today we see the realization of the racial hatred that was cultivated in the middle of the first decade of the new millennium and in which the immigrant village has navigated. And we will continue to navigate in unity.
Obed Arango Hisijara
Obed is Mexican, citizen of Latin America, journalist, visual artist and social anthropologist. Director of CCATE and professor at the University of Pennsylvania.